Cenizas a las Cenizas

Fuego.

Cenizas.

Muerte.

Una risa desquiciada y una estela de cadáveres era lo único que quedaba en aquel salón desértico. O lo que alguna vez había sido un salón de baile. Las columnas se sostenían a duras penas mientras las paredes ya eran un recuerdo que poco a poco se iba alejando. Con parsimonia excesiva aquella figura envuelta en humo se acomodó las ropas alejándose del centro.

Entre las cenizas y los escombros de una era que llegaba a su fin, el sonido se hizo presente, ocasionalmente interrumpido por la risa de quien les sobrevivía y ahora se guiaba entre los restos del lugar, dando pasos seguros entre lo que iba quedando de aquel castillo.

Aquella risa llevaba demasiado consigo. Por años, todos los que ahora yacían bajo los escombros habían intentado desaparecer su nombre, sus memorias, volver su presencia un insulto contra toda figura existente. Quisieron atarla, destrozarla, desaparecerla de la faz de la tierra.

No pudieron.

Ahora ellos estaban ahogados en cenizas y escombros, mientras ella se envolvía en su tapado negro, abriéndose paso dentro de las ruinas de un castillo que significaba no sólo la caída de aquel despreciable grupo, sino también el inicio de una nueva era, una con su nombre escrita en ella.

Sonrió satisfecha mientras su risa volvía a resonar por aquel cementerio improvisado. Ese sería el sepulcro de sus enemigos, tal vez en un futuro llevaría allí los cuerpos de cualquiera que osara interponerse en sus planes. Su futuro era suyo como jamás lo había sido y era hora de reclamar lo propio.

Sólo una habitación había sobrevivido la masacre. Fuego, veneno, explosiones, algo de hechicería dirían las malas lenguas en cuanto el rumor correcto se esparciera. Aún así, aquel lugar permanecía imperturbable. Lo único que merecía sobrevivir aquella era permanecía delante de ella, casi como si la estuviera esperando.

¿Era un capricho innecesario? Era altamente posible que tal fuera el caso, pero luego de haber derruido todo lo que se alguna vez intentó detenerla podía darse un capricho, o el primero de muchos.

−Este es el único recuerdo de esta era que llega a su fin, el único que sobrevivirá… El resto será historia −. Afirmó con voz armoniosa mientras se quedaba de pie frente a la corona ricamente decorada.

Con sumo cuidado se quitó los guantes que permanecían extrañamente limpios en contraste al desastre que era aquella edificación y luego tomó la corona.

−Larga vida a la reina −. Exclamó vagamente la joven arpía mientras se coronaba a si misma y daba inicio a su propia era.

Punto y Línea

Hoy hablaré desde mi. Desde la persona tras este blog que tan desatendido llevo.

A lo largo de mi corta vida he tomado muchas decisiones con respecto a mi futuro cercano, lejano, intermedio. Algunas han sido buenas, otras no tanto. Aún así entre las pocas constantes que marcan el paso del tiempo, en el que yo como persona he cambiado una infinidad de veces (y probablemente cambie otra infinidad de veces más), la escritura siempre estuvo. Desde textos infantiles hasta, creo yo, textos maduros reflejo de mi propia evolución. Tanto ha pasado oculto entre letras, tachones y párrafos re-escritos que solo de pensarlo me cuesta entender como no lo vi antes.

Cambié varias veces de objetivo, soñé con dedicarme a curar animales, dar clases, diseñar, programar, y un tanto de variantes más que no merece la pena nombrar por lo poco que duraron en mi cabeza. Lloré de frustración, muchas veces. Muchas más lo haré porque el camino frente a mi, si bien claro, no es llano. Es largo, si. Bastante. Pero más dolor me ha causado el no encontrarme conmigo, el esquivar lo que de verdad soy por el miedo al fracaso. ¿No es un fracaso negarme? Ahora creo que lo estoy entendiendo.

Por un comentario de un amigo me di cuenta cuál es mi pasión, un despiste interesante de mi parte. Más tardé en darme cuenta que solo estaba dando vueltas en círculos. Yendo de un lado al otro sin lograr nada porque simplemente no era lo mío. No se puede lograr la excelencia en algo que no te apasiona. Sin pasión no hay nada.

Hoy quiero asentar un punto final a las vueltas sin sentido, al menos en lo que a mi carrera refiere. Creo que, tras tanto deambular, me encontré con quién soy, con lo que tengo para hacer y lo que de verdad me nace. ¿Cuánto tiempo me desvelé por una historia? ¿Cuánto tiempo pasé debatiendo cuál sería el mejor desenlace, la mejor frase? Caracterizar, narrar, armar. Miles de esquemas, hojas guía, fichas de personaje, mapas, trapas. Leer, investigar, aprender de todo un poco para darle algo de cuerpo a una historia que no siempre me convencer. Mirar hojas, por horas, por días. Tachar y volver a escribir.

Una y otra vez.

¿Por qué me negué? El miedo, mi inseguridad. Son tantas las opciones con las que me he excusado para negar lo inevitable. Pero no más. Así como ejemplos vi, es momento de terminar de aceptar lo que realmente quiero, el futuro con el que verdaderamente sueño. Nada voy a conseguir si sigo negándome, y así como puedo perder, es la verdadera opción que me permite ganar.

Espero entonces, esta nueva etapa, este nuevo futuro y estas nuevas decisiones que se avecinan se vean reflejadas por estos lares. Que eventualmente pueda acompañar de escritos más frecuentes, tal vez más elaborados. Les agradezco a quienes me hayan acompañado hasta acá, y espero puedan compartir conmigo esta nueva etapa que se avecina.

Desde ya, muchas gracias por leerme.